Con su asombroso plumaje color fuego y su larga cola en forma de rombo poca gente lo asociaría a un ave carroñera, pero en realidad se trata de la más especializada de nuestras aves necrófagas. Su alimentación se basa en la parte ósea de la carroña, consumiendo así el alimento que los otros buitres son incapaces de asimilar; en la naturaleza nada se desaprovecha.